libertades , periodismo , Ray de Lima , sociedad , webeo Viernes, 5 agosto 2016

¿Acaso es importante tener una opinión sobre Pokémon Go?

El nuevo app destinado a buscar y atrapar monstruos alrededor de la ciudad está revolucionando nuestra civilización. Nop, no nos referimos a Tinder. Ha llegado la era de Pokémon Go.

Los niños están de vuelta en los parques una vez más y lo único que hacía falta para que lo hagan era que pudiesen verlo a través de la pantalla de un celular. Desde que se lanzó Pokémon Go hace dos días, la fiebre pokemonga ha azotado todo latinoamérica y, a diferencia de otros fenómenos internetianos de los últimos años, esta movida se ha vuelto visiblemente notable no sólo a través de la Internet. Hordas de niños, adolescentes y adultos nerds han vuelto a conocer el mundo exterior mientras exploran calles, parques y demás espacios públicos en busca de atrapar las mascotas virtuales que ya llevan 20 años dentro del corazón de sus fans. ¿Cuál es el efecto principal que ha causado todo esto? Una avalancha de opiniones exageradamente polarizadas publicadas en redes sociales.

Del lado positivo, muchos alegan que Pokémon Go no solo ha logrado que muchos fans estén ahora realizando actividad física al recorrer la ciudad en busca de los pokemanz. Además de caminar duro por las calles, el juego está incentivando la interacción social entre los jugadores y haciendo que estos estén reclamando los usualmente abandonados espacios públicos. Los parques están llenos otra vez y, así sea que los estemos viendo a través de una pantalla de celular, aún así los beneficios de recibir luz natural y realizar actividades físicas y sociales son claramente positivos.

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Imagen: tomada de Facebook.

Del lado negativo, qué irritante es ver a todo el mundo caminando como un tarado mirando su celular… aunque pensándolo bien, así ya era el mundo antes de Pokémon Go. Aparte de varias quejas que he oído sobre gente que se ha arriesgado a ser atropellada por capturar un Pikachu, o lo que sea, creo que el principal sentimiento negativo que he percibido respecto a este app de juego es que los fanáticos son muy molestos en su vociferación del tema. Quizá este sea un asunto más importante de lo que parece inicialmente.

Con el crecimiento de las redes sociales, la expresión abierta de opiniones se ha fomentado y, aunque esto claramente es algo positivo para la democracia y la libertad de expresión, también ha traído consigo lo que parece ser una necesidad de no sólo expresarnos, sino además hacerlo de una manera radical.

Stranger Things es o terriblemente sobrevalorado o la mejor serie que ha existido en la historia de la humanidad. Me mataría por Game of Thrones o mataría a todos sus fans. Las Cazafantasmas son una aberración a la comedia o un logro histórico para la inclusión de mujeres como protagonistas en películas blockbusters.

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GIF: peteneems

“El mundo necesita urgentemente mi opinión”

La Internet amplifica nuestras voces, pero lamentablemente en gran medida se utiliza para discutir los temas más irrelevantes del planeta como lo son los de la cultura de entretenimiento. Debido a la proliferación de medios dedicados a discutir temas coyunturales de cultura pop (incluyendo columnas como esta, supongo), la relevancia de tonterías como Pokémon Go se ha sobredimensionado al nivel de requerir casi obligatoriamente que cada individuo tenga una posición firme con respecto a cada tema que se nos pone delante.

Al igual que cada juego o actividad grupal que existe, Pokémon Go tiene aspectos positivos y negativos. Como pasa con cualquier franquicia popular que saca un nuevo producto exitoso, su audiencia está super afanada y expresiva con respecto al tema. ¿Debería realmente afectarnos esto?

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Imagen: vía Twitter.

Mi punto es que no deberíamos de rajarnos odiando a gente que ha decidido jugar un juego de celular, así nos parezca insensato o una pérdida de tiempo. No nos incumbe. Y por otro lado, si es que somos fans de un producto de entretenimiento, fácil también deberíamos aunque sea tener en consideración qué tan innecesarias son nuestras expresiones públicas constantes acerca de qué tan fans somos de un tema o el otro porque probablemente a nadie le importe y la única impresión que estemos causando es que estamos intentando llenar el vacío de nuestra personalidad inexistente a través del fanatismo. O sea, para eso ya existe la religión.